miércoles, 11 de julio de 2012

HUIR DE UNO MISMO

Le habían asignado el caso hacía más de cincuenta años. Al par de años de iniciar la búsqueda, le dijeron que olvidara el suceso y se centrara en otros menesteres. Le explicaron que tampoco era tan grave el robo como para perseguir al ladrón por más tiempo. Sin embargo, él no hizo caso.
Durante los cincuenta años de persecución, viajó, durmió y buscó por lugares oscuros e incomprensibles. Casi todos los días llovía y a él siempre le parecía que la noche era eterna. Casi no recordaba cómo se llamaba aquello amarillo que algunos días se dejaba ver en el cielo, ya que solía trabajar por la noche.
Su mujer tenía serias dificultades para localizarlo. Diez años después del comienzo de la inútil investigación, decidió rehacer su vida. No tenía intención de convertirse en una especie de Penélope moderna. El sentido común y las nuevas tecnologías le dictaban que no debía hacerlo. Además, debía prestar más atención a sus dos hijos.
Un martes, cinco años después de iniciarse la búsqueda, la llamaron del Ministerio Policial para comunicarle que daban, de manera oficial, por muerto a su marido. Ella lo comprendió. Pensó en solicitar que mandaran a otro agente a buscar a su marido, pero decidió no hacerlo. Tuvo la sensación de que si lo hacía, él también entraría en aquel infinito círculo y aún sería más complicado saber quién perseguía a quién. Y si después debía mandarse otro agente a buscar a los otros dos, la situación podía resultar paradójica.
Desde el Ministerio añadieron, además, que archivaban el caso, que ya nadie recordaba el motivo de aquella “huída” (luego la voz impersonal rectificó, y dijo “motivo de aquella persecución”) y que otros asuntos demandaban los recursos de ese caso.
Fue después de cincuenta años cuando ella recibió una carta. En la misiva él explicaba que había encontrado lo que buscaba y que lo había tenido siempre tan próximo, que ni se percató de ello. Maldecía los espejos, decía que podían llegar a ser muy crueles, que le escupen a uno la verdad sin anestesia.

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