El
cirujano destinado a revolucionar la práctica médica, todavía estudiaba en el
instituto. De momento, era un objetivo débil. Granos, gafas, ropa heredada de
su hermano. El cabecilla que lideraba las acciones también cumplía
estereotipos: rodeado de un séquito maleable, cigarrito a escondidas en el
recreo, notas desastrosas. Finalmente, sus caminos se distanciaron. Es evidente
cómo y hacia dónde. Se reencontraron años después. El cabecilla buscaba
solución a la dolencia de su madre. Le habían recomendado un médico puntero en
el tema. En la consulta creyó reconocer al chaval que humillaba en el instituto
cuando se aburría, pero su memoria estaba turbia. Pese al tiempo transcurrido,
el destacado cirujano recreó al instante un sufrimiento adolescente que intuía
superado. Sin embargo, abrazó al excompañero y aseguró alegrarse de verlo. El
cabecilla le mostró su admiración y recordaron, entre risas, anécdotas juveniles.
Después, tras revisar el expediente médico de su madre, sentenció: nos vemos en
tres meses, cuídala mucho. Abrazó al doctor y lloró en su hombro. Luego, madre
e hijo agarraron sus manos y abandonaron la consulta como dos jóvenes que estrenan
piso, mientras el médico recordaba un artículo del código deontológico que
teorizaba sobre las falsas esperanzas.
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Relato participante en http://estanochetecuento.com/
A ver si hay suerte..........
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