lunes, 10 de septiembre de 2012

LA HERENCIA BOOMERANG


Entré a casa y los vi riendo en el comedor, repartiéndose fajos de billetes. Ojos brillantes de felicidad. Champán y marihuana sobre la mesa. Me senté en el sofá, alegre de verlos así y pregunté de dónde habían sacado todo el dinero. Nadie  contestó. Ni tan siquiera tuvieron la delicadeza de mirarme. Sin perder la sonrisa, me levanté y fui a la cocina a por algo de beber. En la nevera vi la hoja de una autopsia. Me derrumbé. “El sujeto ingirió veneno” decía en una de las líneas. Me habían matado. Entonces caí. Lo de la otra noche no era “café de ayer”. Los billetes que se  repartían eran los que tenía escondidos en mi colchón. Qué imbéciles, dije riendo. Si supieran que todo el dinero es por tráfico de armas… Sin dudarlo, llamé a la policía.

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