El
político, ataviado con túnica clara y luciendo espesa barba canosa, sube a la
palestra donde, con gran aplomo, anima a los asistentes, asegurando que todo va
por el buen camino y que ya estamos próximos a la salida del túnel.
Los
presentes, con ropa elegante y caros perfumes, lo vitorean, agradecen su
despreocupación por el pueblo y luego se quedan a la fiesta en su honor.
El
político sale por la puerta de atrás y entra directo al coche oficial. Justo
cuando la puerta se cierra, una botella de cristal impacta contra una de las
ventanillas. El político, desconcertado, pregunta qué ha sido eso. Un esbirro
le dice que no se preocupe, que habrán aplastado algo.
Cuando
el político ya se ha alejado del edificio oficial, un bebé respira por última
vez en los brazos sucios de su madre.